Formación del Carbón

El carbón se origina por descomposición de vegetales terrestres, hojas, maderas, cortezas y esporas que se acumulan en zonas pantanosas, lagunares o marinas de poca profundidad, en un proceso que tarda varios millones de años.

Los vegetales muertos se van depositando en el fondo de una cuenca y quedan cubiertos de agua y, por lo tanto, protegidos del aire que los destruiría. Comienza así una lenta transformación por la acción de bacterias anaerobias, un tipo de microorganismos que no pueden vivir en presencia de oxígeno.

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En una escala de millones de años se produce un progresivo enriquecimiento en carbono, dada la pérdida de agua y oxígeno; sumado a ello la pérdida de hidrógeno (aromatización). Posteriormente pueden cubrirse con depósitos arcillosos, lo que contribuirá al mantenimiento del ambiente anaerobio, adecuado para que continúe el proceso de carbonificación.

En las cuencas carboníferas, las capas de carbón están intercaladas con otras capas de rocas sedimentarias como areniscas, arcillas, conglomerados y, en algunos casos, rocas metamórficas como esquistos y pizarras.

Los geólogos explican que los grandes depósitos de carbón sólo comenzaron a formarse después de la evolución de las plantas, hace 400 millones de años.

Durante el período Carbonífero (350 a 280 millones de años) ocurrieron acumulaciones en el Hemisferio Norte; mientras que durante el período Permiano – Carbonífero (350 a 225 millones de años) en el Hemisferio Sur y más recientemente, al final del periodo Cretácico, Paleógeno y principios del Neógeno (100 a 15 millones de año) en áreas tan diversas como Estados Unidos, América del Sur, Indonesia y Nueva Zelanda.

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De todos los combustibles fósiles, el carbón es por mucho el más abundante en el mundo. No solamente existen grandes reservas, sino que también están geográficamente esparcidas en más de 100 países en todos los continentes. Algunos estudios señalan que las relaciones actuales de reservas de carbón son aproximadamente 4 veces las de petróleo. El carbón como fuente energética satisface mercados muy diversos: generación eléctrica, fabricación de acero, cemento, y variados procesos industriales que requieran calor. En los países en desarrollo, su uso doméstico para calefacción y cocción es también significativo.